Mi psiquiatra siempre me recomendó que te escribiera, decía que sería bueno para desahogarme; que con las sesiones y el tratamiento no bastarían. Claro que no bastarían; ni un millón de sesiones y pastillas servirían para sustituir tu presencia, tu sonrisa, tu pelo, tu voz, tu olor...
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Deja la sonrisa de tu corazón